Automático y procesado;
el circuito que nos agita el goce,
la masturbera conciencia.
Colgamos
en el cuarto de nuestros sueños
los posters del amo.
Y el amo tiene tantas caras
como lágrimas tiene la tristeza.
El amo sonríe
y nosotros también.
El amo sabe de nuestros sueños.
Sabe de nuestros miedos.
Y nosotros,
lauchitas blancas,
damos vuelta en la calesita de su morbo.
Enfrascamos las cosas;
exhibimos productos;
compramos la sangre inocente.
Arañamos la felicidad.
Vendemos
nuestra alegría,
las lágrimas
y la tumba de nuestro futuro.
Y lo peor,
es que el amo sabe lo que nos gusta.
Sabe nuestras bromas,
cuenta el mismo chiste siempre.
Y cada vez,
reímos a carcajadas.
Sin aire,
caemos rendidos.
Somos una migaja más en su gran asado.
Achuras secas que nadie quiere probar
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