miércoles, 2 de noviembre de 2011

ERASE UNA VEZ...(CUENTO PARA UN AMIGO)

El Muchacho Calavera perdió la sonrisa un jueves a la madrugada. Cerca de las cuatro en una esquina sin nombre. Y junto con su sonrisa dejó su corazón moribundo cubierto de lágrimas secas.
Ningún colectivo lleva al pasado (es imposible pensar en una tarifa razonable) y la calle es madre nuestra, y no ir hacia ningún lado deja que la cabeza del Muchacho Calavera se vaya a cualquier parte.
Entonces la cabeza del Muchacho Calavera se estira hasta alcanzar la luna, explotar y volver a ser nuevamente cabeza de Muchacho Calavera.
Desde ese día las cosas empezaron a funcionar diferente.
Fue ese día que aprendió a dejar de lado ciertos sentimientos como el amor y el odio, conceptos como presente, pasado y futuro dejaron de tener sentido en la vida del muchacho calavera, que empezó a vivir en un estado por fuera del tiempo. Del tiempo que estamos acostumbrados a vivir nosotros.
El Muchacho Calavera no sabia cual era su edad, ni en su rostro se podía distinguir algún indicio que manifestara sus años.
Los pocos hombres que habían tenido posibilidad de intercambiar palabras y vasos de vino cuentan que tiene treinta y dos años, pero las mujeres, que son las que mas lo conocen, hablan de cuarenta años.
Por supuesto que estas discusiones e inquietudes son solo nuestras, porque el Muchacho Clavera, como dije, no se preocupaba por recordar su edad o fecha de nacimiento. Ni siquiera se interesaba por la hora, y de hecho vivía cruzado al mundo. Su medio día era la media noche.
Las cosas que lo preocupaban eran luchas imposibles, utopías. Ansia por comprender el lazo que une a la luna y los mares del mundo, el número exacto de estrellas y otras inquietudes quijotescas. Quemaba sus horas en un hilo de pensamientos que comenzaba con la observación de un perro orinando.
El Muchacho Calavera comenzó a callar, a no hablar más. Como si perdiera esa habilidad, la posibilidad de nombrar las cosas. Y por la misma época comenzó a silbar, a improvisar una canción que a medida que pasaban las noches, le agregaba nuevas frases a la melodía que comenzó como un tango, y luego, iba y venia como bailando entre zamba y rock. Se dice que por las madrugadas se podía escuchar aquella canción escondida detrás de los cantos de los primeros pájaros. Poco a poco el Muchacho Calavera comenzó a desaparecer. Dejo de ir a los lugares que frecuentaba, y estos, se llenaron de anécdotas que todos querían contar para poder hacerlo presente, traerlo un ratito entre palabras y gestos que dibujan al Muchacho Calavera con trazos de la memoria y lo fantasmal que habitan en cada uno.
Hasta que, por fin, nunca mas se lo vió.
Algunos dicen que vieron como la cabeza del muchacho calavera se estiraba hasta la luna pero no exploto,
se quedo ahí.

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